Allí abajo también era Semana Santa. El barrio se había configurado en años de gran expansión urbanística de Baena, aunque las limitaciones y las carencias fueron apareciendo con el paso del tiempo. Familias humildes, trabajadoras, que sufrían aún más aquel Viernes Santo del confinamiento. La cosecha de la aceituna hacía varios meses que había finalizado. La vecería del cultivo, tras el año récord anterior, y la irregular pluviometría dejaron menos producción de la deseable y menos jornales contratados. La construcción estaba paralizada y, tras la última gran crisis, había excluido a numerosos albañiles. Se buscaban la vida como podían, pero limitado el movimiento por el coronavirus, nada fue fácil en aquellos días. Los políticos hablaban mucho esas semanas de que la Administración no los podía olvidar, pero todo se hacía muy complicado. Ellos no entendían de banderas, de himnos o aplausos. Podían poner el mantel, pero no tenían platos. Algunos habían optado hacía tiempo por marcharse a la costa, a Baleares, a otras grandes ciudades para encontrar el futuro que San Pedro, El Salvador o la Ladera no les daba.
Una gran mayoría de esos baenenses de esas zonas que llamaban “vulnerables” no tenían prestaciones sociales porque muchos trabajaron sin contrato, porque su sustento lo encontraban buscando alcaparrones, espárragos, cogiendo caracoles… No había subsidio tampoco para las mujeres que trabajaban como empleadas del hogar. Luego estaban los que vivían en otros barrios del municipio que tampoco tenían prestaciones que les socorriese o los mayores que sufrían el confinamiento y la soledad de no poder ver a sus hijos o nietos, algunos con problemas de movilidad y otros que se fueron abandonando cuando la crisis de 2008 fue apartándolos del futuro. Y los inmigrantes, que se quedaron en tierra de nadie, con un idioma que en muchos casos desconocían, sin ningún sustento al que acudir.
Había que hacer algo. Muchos baenenses abrieron los ojos tras aquel Viernes Santo de 2020. Hubo iniciativas privadas que impulsaron cadenas de solidaridad; las hermandades y cofradías trabajaron conjuntamente en ambiciosos proyectos sociales desarrollados en el municipio; las cooperativas aceiteras crearon bolsas de trabajo para cubrir las necesidades de sus agricultores y ayudar a los jornaleros que no encontraban tajos… El Ayuntamiento puso en marcha un plan estratégico para corregir aquellos desequilibrios urbanísticos y sociales y el casco antiguo volvió a tener la vida que se iba escapando hasta entonces.
Ese Viernes Santo de 2020 el vídeo de la cofradía de Jesús Nazareno rememoraba la Semana Santa del año anterior, con imágenes en cámara lenta de las distintas hermandades y el único sonido del “Ave maría” de Caccini. No había marchas de las centurias, ni tambores de judíos, ni tambores roncos, ni música de capilla, ni saetas, ni las marchas de la Agrupación Musical de la Virgen de los Dolores. Un mensaje: “Jesús Nazareno protege y bendice al pueblo de Baena y de una manera especial a nuestros niños y ancianos para que podamos superar estas adversidades”. El cura, Juan Laguna, ofició la misa desde San Francisco, desde un altar en el que estaban las imágenes del Nazareno, la Virgen de los Dolores, San Juan, la Verónica y la Veracruz.
Las dudas sobre la salida hubieran vuelto a marcar los debates en el inicio de la procesión, que comenzaba su estación de penitencia a las seis de la mañana. En hora temprana, a las 10.00, estaba previsto el auto sacramental. Más de tres mil cofrades habrían recorrido las calles del casco antiguo bajo la mirada de miles de baenenses que nunca se cansaban de cumplir con una costumbre que desde niños fueron repitiendo. El desfile era maravilloso por aquellas calles estrechas y pendientes por las que parecía que no lograrían pasar los pasos. El orden se mantenía sin variación: Gallardete, fieles alumbrando, Hermandad de la Vera Cruz, Centuria Romana, Corporación de los Profetas, Hermanos de Jesús Andas y Palio, Hermandad de Nazarenos, Hermandad de los Apóstoles, Evangelistas, Trompeteros, Turba de Judíos de la Cola Negra, Hermandad de María Magdalena, Hermandad de la Verónica, Hermandad de las Virtudes, Hermandad de San Juan, Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores…
Siempre recordaría la voz del ángel en el paraíso, a Manolillo el Gitano haciendo de Adán, a Carlos personificando a Abraham y a todos los baenenses que vinieron después para escenificar pasos del antiguo y nuevo testamento. Año tras año recordaba aquello que narró en el primer pregón del judío de 2002:
“El pequeño escenario siempre está colocado junto a los arcos de la Casa del Monte. El cura, década tras década, recupera pasajes trascendentales de la fe cristiana, con hombres humildes que eran pagados para representar a los personajes bíblicos. Primero aparecerá Adán y Eva, después Abraham e Isaac. Por último, Pilatos lavándose las manos. Y entre el gentío, estará el Nazareno. El perseguido por los judíos, el amado por los baenenses. Judas saltará de la muchedumbre. Y el sacerdote narrará la traición. No hace falta más diálogo, porque el pueblo se sabe protagonista de lo que año tras año ha venido observando desde que sus padres lo llevaron el primer Viernes Santo que recuerda al Paseo. Alguna vez se perdió con las monedas Judas y los judíos se dieron de bruces, pero hoy nadie se despista ya. Tras acercarse tres veces parece que lo ha descubierto. Judas busca dos judíos e inicia la trascendental venta. Todos están impacientes. Los hermanos de andas sueltan con desconfianza la imagen del Nazareno y los judíos, arremolinados, cumplen lo escrito. Que suene el tambor y no calle ya, que el silencio rompa la soledad del traicionado. Que el hombre sea siempre judío, y que el judío apriete sus músculos al pellejo del tambor”. Eran minutos espectaculares para un baenense. El Paseo empequeñecía entre los centenares de personas que se congregaban.
Desde pequeño vivió la Semana Santa a través de la hermandad de la Virgen de los Dolores. Luego llegarían los Apóstoles, Jesús de la Ventana y la primera cuadrilla de la cola negra. Cada Viernes Santo portaría a hombros a la Virgen con la hermandad que cerraba la procesión. Los años impares era la primera cuadrilla la que llevaba la bella imagen hasta el Paseo, mientras que los pares era la segunda. Este 2020 habría procesionado a la Virgen como hermano de andas en el regreso de la procesión a San Francisco. Desde que se incorporó a la hermandad fueron pasando los responsables en su cuadrilla. Leopoldo, Vicente, Paco “Rayca” y Pedro “Caballicos”, que ese año estaba al frente de esa primera cuadrilla. Esa Semana Santa tuvieron que retrasarse las elecciones para elegir al nuevo hermano mayor. Había dos candidatos: José Esquinas y Javier Valbuena. Era mucha responsabilidad la que había detrás del báculo de la cofradía.
Nunca olvidaría el año que se decidió llevar a hombros la imagen y las grandes dudas de los más mayores que tuvieron que adoptar la difícil de decisión de llevarla en canastilla en los duros años de la emigración. O cuando aquel grupo de jóvenes, muchos de ellos de San Pedro, pusieron su música y sus sentimientos al constituir la Agrupación Musical de la Virgen de los Dolores. Esa agrupación que integró a niños, a jóvenes de distintos barrios de Baena. Una hermandad humilde que se hizo grande con el entusiasmo nacido de todos sus hermanos.
Era Viernes Santo de 2020 y aún estaba por “salir” la cofradía del Dulce Nombre de Jesús.
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