El obispo de Córdoba acudirá el miércoles, 13 de septiembre, a celebrar la santa misa junto a estas religiosas tan queridas en el pueblo
Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados dejan la residencia San Francisco de Baena tras 123 años de servicio. La falta de vocaciones y la edad de las religiosas han sido los principales motivos para el cierre de este lugar al que han servido desde hace más de un siglo.
Sor Laura es una de las religiosas más jóvenes de la congregación, tiene 45 años, y reside en el convento que la comunidad tiene en la ciudad, además es la Secretaria Provincial de las casas de Andalucía. Recuerda cómo fueron los inicios de la comunidad de religiosas en Baena. “Las hermanitas llegaron allí el 9 de febrero de 1900. Actualmente, la comunidad está conformada por tres hermanitas y, aunque en el último periodo ha habido algún refuerzo de alguna hermanita más, llevan unos años con ese número de hermanitas”, explica. Y es que esta congregación religiosa lleva poniendo de manifiesto desde hace tiempo los problemas existentes ante la falta de vocaciones y el envejecimiento de las monjas que se encargan de la residencia. A esto se ha sumado la necesidad de adaptación del edificio a la normativa vigente para la acreditación por parte de la Junta de Andalucía, un proceso que conlleva unos gastos que ellas no pueden asumir, por lo que han decidido despedirse de la que ha sido su casa durante todos estos años.
“Cada una de las religiosas irá destinada a una comunidad o a reforzar las necesidades que surjan en las distintas comunidades que las Hermanitas de los Ancianos Desamparados tienen”, indica Sor Laura al tiempo que asegura que “es un momento complejo y delicado en todos los ámbitos, sobre todo por el acuciante descenso de las vocaciones, pero también se añade las condiciones de la residencia, pues es una residencia donde han vivido durante muchos años con mucha dignidad y mucha alegría, tantos ancianos y hermanitas, y que a día de hoy tampoco reúne las condiciones adecuadas y las normativas actuales, y bueno, esto requiere una inversión grande, que tampoco en este momento estamos con capacidad de acometer, pero lo fundamental, lo más doloroso es el descenso de vocaciones que ha hecho que tengamos que llegar a esta determinación”.
La partida de las Hermanitas de Ancianos Desamparados ha supuesto un duro golpe para los residentes, los trabajadores y también para el barrio de San Pedro de la localidad. Durante todos estos años, por la comunidad han pasado alrededor de 151 hermanas y han atendido a más de 1.300 ancianos en estos 123 años, siguiendo una de sus principales misiones, la atención y el cuidado de los mayores. “Desde nuestra vida de consagración y de seguimiento a Jesús, servimos y atendemos a las personas mayores intentando prodigarle todos los cuidados y acompañarles en sus necesidades materiales y espirituales, procurando siempre un ambiente de familia. Esa es nuestra misión, nuestro fin específico, la congregación no tiene una labor en la parroquia, sino que nuestra pastoral es dentro de nuestro hogar. De hecho, hay una frase que resume nuestro carisma: ¡Queremos cuidar los cuerpos para salvar las almas!”, subraya Sor Laura.
En estos 123 años, Baena siempre ha estado con las Hermanitas. Las religiosas recuerdan con especial cariño cómo las acompañaron en multitud cuando llegaron a instalarse en San Francisco, en lo que había sido el convento de los Frailes Franciscanos y que iba a ser el asilo. “Gracias a Dios, hasta hoy, las hermanitas se han visto muy arropadas, queridas, muy ayudadas por todas las personas del pueblo, por sus sacerdotes, por las cofradías tan vivas allí, por otras comunidades religiosas, por las autoridades civiles y locales… todo el mundo nos ha ayudado a las hermanitas y a sus ancianos y siempre hemos percibido ese desvelo de todos. Nos hemos sentido cuidadas y queridas”, afirman.
No cabe duda que es un momento doloroso y triste para estas religiosas al ver como una casa cierra sus puertas y atrás se queda 123 años de historia, de misión y de vida de entrega y amor. Sienten una gran pena, pero a la vez, mucha gratitud, “gratitud a Dios que nos lo ha dado todo y a tantas y tantas personas que nos han arropado siempre”.
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